Tranvía de Jerusalén
Habíamos previsto 48 horas para ver Jerusalen y es un tiempo mas que razonable para conocer bien la ciudad. Llegamos a Jerusalén en poco más de media hora, al atardecer. Recorrimos a pie un corto trayecto por calles muy interesantes y multiétnicas hasta la parada del tranvía, que cuenta con una única ruta, la línea roja que conecta la Ciudad Vieja. Es necesario obtener la tarjeta Rav-Kav, en cualquier estación existen máquinas expendedoras, cuesta 5 shekel, y la necesitarás para cargar los viajes que necesites.
La tarjeta es nominal por lo que con una sola podéis cargar los billetes que necesitéis independientemente de las personas que utilicen la tarjeta.
Nos apeamos unas paradas antes de la Ciudad Vieja con la idea de observar un poco los aledaños del viejo Jerusalén. El hotel estaba muy cerca de la muralla y pasamos a dejar las mochilas, seguidamenteechamos un vistazo al plano y nos fuimos a callejear por el casco viejo.
Jerusalén: Ciudad Vieja
Viernes 31 de Marzo
Jerusalén está totalmente amurallada y dividida en sectores: judío, cristiano, armenios y musulmanes. Cada sector se divide en barrios, pero en la práctica esto es poco apreciable. Plano de Jerusalén:
Iniciamos nuestro recorrido entrando por la Puerta Nueva (New Gate), que da acceso al sector cristiano, para llegar directos al Santo Sepulcro (elegid las calles escalonadas porque el sabor medieval se ve notablemente incrementado), después bajamos hasta el Muro de las Lamentaciones y recorrimos, ya de noche, el barrio judío y el sector de los armenios. Al pasar desde cualquier sector de la ciudad (cristiano, musulmán o armenio) hacia el sector judío se encuentran siempre controles de seguridad y de acceso, controles normalmente rápidos que no merecen una mención especial, al menos, en nuestro caso.
La sugerencia es recorrer Jerusalén al atardecer o durante la noche, especialmente durante el Sabbat para tener la oportunidad de asistir a las liturgias y rezos de los judíos ortodoxos en el muro de las lamentaciones.
Semana Santa, Sabbat y Ramadán: todo en uno
Nos coinciden las celebraciones de las tres grandes religiones monoteístas, la Semana Santa de los cristianos, el Sabbat de los judíos y el Ramadán de los musulmanes. Es muy apreciable el caos en equilibrio que se respira, donde se conjugan rituales, costumbres, liturgias y símbolos de una manera especialmente llamativa, los estímulos son constantes para los cinco sentidos porque el entorno transporta a un universo sensitivo en el que se conjugan un torrente de colores, aromas, texturas, voces, rezos, alimentos, formas e imágenes que te inundan.
Para unos agnósticos como nosotros, estas celebraciones religiosas se transforman en una experiencia sociológica, cultural, política y psicológica de gran calado.
Santo Sepulcro
Los lugares sagrados para los cristianos intramuros son esencialmente el Santo Sepulcro y el recorrido de la Vía Dolorosa que transmiten un cúmulo de sensaciones que orbitan en torno a un sobrio silencio sonoro, a una soledad interior de lo trascendente que se refleja en el recogimiento de los fieles.
Escuchar los cánticos y rezos de los judíos ortodoxos, observar los movimientos corporales frente al muro de las lamentaciones (es aconsejable ponerse una Kipá en la coronilla, que facilitan a la entrada) y conocer las abarrotadas bibliotecas anexas al muro es algo inexcusable en Jerusalén.
Es preciso recorrer todo el barrio judío en general para comparar y ser conscientes del notable contraste entre los sobrios modos y maneras de judíos y cristianos con respecto a la vitalidad de los barrios musulmanes.
La situación del muro de las lamentaciones en la parte de la muralla que comparte con la Explanada de las Mezquitas es más que sugerente en cuanto a la incongruencia real entre esa cercanía física, de situación, arquitectónica, y la enorme y cortante distancia que las ideologías, las creencias y las fes implantan.
Pasear durante la noche por Jerusalén, serpenteando por sus callejuelas, ya de regreso en busca de descanso, es, desde nuestra perspectiva, una invitación a detener el paso en el paso del tiempo, a espaciar en la mente los pensamientos y a dejarse llevar hacia uno mismo en suspenso.
Muro de las Lamentaciones viernes en pleno Sabbat
Nota importante: Todos los accesos a algunas zonas del sector musulmán y, especialmente, a la Explanada de las Mezquitas, están prohibidas para los no musulmanes, estas entradas se encuentran vigiladas por militares israelís. Solo se puede acceder a la Gran Mezquita el domingo por la mañana y únicamente por una de sus puertas. Más adelante os lo contamos.
Sábado, 1 de mayo y mañana del domingo día 2
Comenzamos temprano con el propósito de recorrer toda la Ciudad Vieja, los paseos de la noche anterior nos ofrecían ahora una referencia que no servía para mucho, porque durante el día la ciudad cobra vida.
Sector Musulmán
Accedimos, para variar, por la puerta de Damasco en cuyas proximidades se despliega una gran actividad comercial de puestos de todo tipo que se extienden por todas partes. La vigilancia de los militares israelís es muy notoria en toda la ciudad, si bien, después de las primeras impresiones la mente lo asume como una presencia más.
La vitalidad en el sector musulmán es asombrosa al mismo tiempo que cautivadora, todo el mundo se muestra amable, alegre; los vendedores bien predispuestos y bregados en vender cualquier cosa. La temperatura en esta época del año es ideal, la luz, el colorido, los detalles… todo se conjuga para acercarte a un oriente medio que se siente próximo.
Después de disfrutar tremendamente de este sector, incluida la coincidencia de algunas procesiones cristianas que recorren la Vía Dolorosa, decidimos salir del casco histórico por la puerta de Herodes, la siguiente en la muralla.
El cementerio musulmán se encuentra en ese lado, al exterior de la muralla y, enfrente, en la falda del Monte de los Olivos, se extiende, enorme, el cementerio judío.
Monte de los Olivos
El trayecto a pie hasta el Monte de los Olivos desde el cementerio musulmán es cansado, pero merece mucho la pena porque la vista de la ciudad va cambiando a cada tramo y porque ofrece la oportunidad de conocer la mayor parte del cementerio judío.
Jerusalén desde el monte de los Olivos y el cementerio judío. A los pies de la muralla, el cementerio musulmán.
Al descender del Monte de los Olivos es aconsejable que cambiéis de ruta, es decir, no regreséis a la puerta de Herodes desde donde partimos, sino continuad por el valle hacia la puerta de Los Leones, la razón es aplastante. De no hacerlo así, os perderéis una de las zonas menos visitadas y que merece atención, se trata del tramo, es un camino, que conduce hasta la tumba de Absalón y desde el cual, ascendiendo otra vez un interminable pero gratificante tramo de escaleras te llevará hasta la siguiente puerta, la mencionada de Los Leones.
Al llegar a la puerta de los Leones
Atravesando esta puerta accedemos nuevamente al sector musulmán, las calles en esta zona son diferentes porque se transforman en largos pasadizos donde los puestos de todo tipo se disponen a uno y otro lado del empedrado.
Los cruces que se forman entre las callejuelas son un hervidero de personas de toda raza, creencia y religión, a pesar de ser inconfundiblemente musulmán lo multiétnico se da cita como si de un hormiguero se tratase. Cuando los carros, carretas, pequeños vehículos eléctricos atestados de turistas, o incluso algún coche que no concibes cómo narices puede circular por allí, coinciden en esos cruces, las maniobras y preferencias de paso que se negocian por gestos o a gritos y constituyen un espectáculo nada despreciable.
Sector Judío Ortodoxo
Seguimos caminando eligiendo las calles escalonadas hacia el sector armenio y desde allí, esta vez a la luz del día, hacia el sector judío ortodoxo para revisitarlo con la perspectiva de la actividad propia del Sabbat.
Después de ver la Torre de David, descendemos callejeando hasta el Muro de las Lamentaciones, porque el único acceso habilitado a la Explanada de las Mezquitas se encuentra en ese punto, mediante una pasarela elevada en cuya entrada es necesario pasar un control de seguridad.
Explanada de las Mezquitas
Ya en la Explanada de las Mezquitas, tras una breve espera en el control, disfrutamos paseando tranquilamente por toda la extensión de la explanada y nos detenemos para contemplar las vistas desde ese lado de la muralla.
Para salir de la explanada puede utilizarse cualquiera de las puertas, excepto la de la pasarela de entrada, lógicamente, puesto que para la salida todas están habilitadas y todas con su correspondiente control de militares y/o policías israelís.
Otra vez inmersos en ese extraño paraíso de creencias múltiples o de escepticismos diferentes.
Optamos por salir de la explanada por la zona más próxima a la puerta de Damasco porque desde allí está cerca el hotel, donde recogeremos las mochilas y buscaremos el microbús que habrá de llevarnos hasta la frontera con Jordania. Es domingo, mediodía, y damos por finalizada nuestra estancia en Jerusalén después de empaparnos por última vez de un recorrido tranquilo por los zocos que más nos habían gustado.
Estas 48 horas en Jerusalén han significado una resignificación en vivo y en directo de algunos estereotipos, esquemas mentales, creencias previas y prejuicios de distintos tipos que acumulamos en nuestros cómodos lugares de origen donde los problemas cotidianos y las preocupaciones de la ciudadanía se enmarañan de manera un tanto absurda muchas veces.
Hablar, mejor dicho, charlar con algunas personas (y algunos personajes) habitantes de Jerusalén supone una predisposición para compartir sus modos de vivir y de pensar.
Espero que os haya parecido interesante lo que os proponemos de que ver en Jerusalem en 48 horas
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Te recomiendo mi novela «A hostias con la Vida» un relato conmovedor de amor incondicional, dolor inenarrable, y una búsqueda incansable por la identidad. Ambientada en el Madrid de la movida de los años 80, nos cuenta las vidas entrelazadas de Antonio Leal, un locutor de radio cuya voz encantadora oculta sus luchas internas, Román, un agente secreto cuya aparición en la vida de Antonio desencadena una serie de eventos que transformarán su existencia para siempre, y Kika, una mujer excepcionalmente libre en cuya existencia solo existe un apego indestructible, su hermano Tony.

Tenía ilusión por hacer dos viajes, uno a Stonehenge y el segundo a Jerusalen. Todos lo demás son circunstanciales, si voy bien y sino también. El primero ya lo he hecho y me encantó el lugar, y a Jerusalen nunca iré, el motivo es muy sencillo, creo en las señales que manda el destino y resulta que un familiar mío hizo ese viaje y me trajo un regalo, era una cajita que contiene, agua del rio Jordán, tierra de tierra santa, aceite de oliva de tierra santa e incienso. También había una cruz de madera así que en cuanto lo vi, lo tuve muy claro y al poco tiempo empezó el lio con los palestinos, milagro será que escapemos de estos tiempos bien parados. Parece que están muy empeñados en reducir la población, ya sea por las buenas o por las malas.