Es llamativo el curso ascendente que ha seguido, y continúa teniendo, el proceso de construcción social de lo que venimos denominando posmodernidad, especialmente en las democracias occidentales desarrolladas. No hablamos de avance, hablamos de retroceso en prácticamente todos los ámbitos sociales. Y no hablamos de claridad mental, sino de un estado de incertidumbre y confusión, inmerso en marcos y discursos carentes, en su mayor parte, de sentido común. Lo que se viene llamando “Guerra Cultural”, que más bien parecen guerrillas de bandos igualmente irracionales.
El Prefijo Post/Pos: armas para la guerra cultural
El prefijo Post/Pos (detrás de o después de), que utilizamos de manera generalizada, se engarza sin separación a cada una de las palabras que intentan definir de alguna manera nuevos conceptos, así lo aconseja la RAE, salvo algunas excepciones; es decir, escribimos y decimos posmodernidad, después de la modernidad o detrás de la modernidad, de manera que se infiere un matiz diferente que otorga a la palabra una difusa significación que, por arte del neolenguaje (una nueva manera de utilizar la lengua y sus significados), nos sugiere un estado más avanzado, mejor o más conveniente para la sociedad, pero que, tras un sencillo análisis, resulta todo lo contrario. Mejor sería decir contra-modernidad, en la acepción del prefijo pos- , detrás de, al otro lado, en el envés. Oculto tras la tendenciosa opacidad de mensajes excesivamente claros y simplificados: envueltos y listos para llevar, despachados con garantía grupal.
Si bien, en general, esa misma conveniencia social sometida al juicio de la razón nos lleva a comprender la manipulación falaz, y en buena parte fanática, con la que la perversión del lenguaje y su constante difusión inunda todos los ámbitos, hasta naturalizarse como lo correcto sin que nos paremos a pensar y, menos todavía a analizar, el sentido de las palabras que utilizamos. Con el poslenguaje hemos topado, una arma esencial en la guerra cultural.
Lenguaje Represivo
Poslenguaje (neolenguaje): el español se ha transformado en una maravillosa lengua dotada de una gramática tan flexible que nos permite utilizar el lenguaje a nuestro libre albedrío o como nos de la real gana. Pero no tan libremente como creemos, ojo, la poslibertad de expresión debe de estar al servicio de una determinada manera de expresarse, acorde con una posición ideológica posdemocrática que, por supuesto, en justa correspondencia y siguiendo su nueva lógica, es, a todos los efectos, autoritaria. También llamado lenguaje inclusivo, que por mor de la misma ideología es, sencillamente, excluyente, intolerante, impositivo y tiene una consecuencia social demoledora: la cancelación de los discursos que osan oponerse a semejante gravamen y el ostracismo más radical de los individuos (¿debería escribir también individuas?) que cometen semejante atrevimiento de oposición a la dictadura del lenguaje. Y todos tan conformes. Mejor sería decir lenguaje represivo, su verdadero nombre.
La gran Mentira
De la misma manera, la Posverdad es el término que utilizamos para referirnos a la mentira moderna, la mentira de toda la vida que, por arte del lenguaje, se viste ahora sin necesidad de pasar desapercibida, con el nombre de su opuesto, o sea, de la verdad. La posverdad se convierte en una gran mentira, asumida, normal, poderosa y tan creíble que considera poco menos que unos memos a quienes se oponen a ella, los indeseables y recalcitrantes disidentes. No importa si lo que pienso es verdad o no, es verdad porque yo lo creo así y eso me basta. El conmutador de nuestras creencias es el único agente autorizado para otorgar carta blanca de validez a cualquier proposición, por muy insensata que esta sea. Mejor sería decir anti-verdad y ya no habría lugar a equivocación, a engaño sí, porque esa es su esencia y su finalidad.
Antidemocracia y Antipolítica
Posdemocracia es el término que envuelve la forma de hacer política que también podríamos bautizar como pospolítica y, claro está, tampoco en esta ocasión se trata de una evolución positiva de la democracia en cuanto de derechos, deberes, libertad de expresión, reconocimiento real de la diversidad de seres humanos y de pensamiento. Nada más lejos de la realidad, es una involución que suprime la razón, la ilustración, el diálogo, la diferencia, la libertad en mayúscula. Sus nombres reales son Anti-Democracia y Anti-Política, se legisla coercitivamente más que nunca, la democracia es un comodín que, junto con la libertad, se abrogan unilateralmente quienes incumplen diariamente los valores esenciales de un Estado social y democrático de Derecho.
El Derecho se convierte en El Revés, la libertad se comprende dentro de unos márgenes muy estrechos bajo unas premisas claramente establecidas y la democracia pasa a ser Posdemocracia, o sea, la anti-democracia. La deconstrucción que se ha instalado en la sociedad no es sino una destrucción de los valores y principios de convivencia, un daño que, además, tiene el descaro de presentarse como lo éticamente correcto. Deberíamos crear otro neologismo, la pos-ética, que siguiendo nuestro análisis sería lo contrario a la ética, la antiética, como elemento necesario para la posdemocracia.
Pacífica Agresividad para hacer la guerra cultural
El poslenguaje viene a englobar todos los pos- con todos sus contras: Posmodernidad, posverdad, posdemocracia, posliteratura, poshumanismo, posfeminismo, etcétera. Que, como hemos apuntado, se entenderían mejor con el prefijo anti-, y dispondríamos de unos vocablos más exactos para saber de qué manera enfocar nuestro pensamiento crítico sin llevarnos demasiado a engaño.
A la antilibertad de expresión no le agrada demasiado el razonamiento y prefiere anclarse en el ámbito de la emoción. Por eso los discursos de la modernidad usan y abusan del pensamiento débil y de la falsa pedagogía libertaria como pilares sobre los que asentar fácilmente la manipulación y la servidumbre: Victimismo, susceptibilidad, labilidad emocional, radicalización, prohibición, dianas de enemigos, activismo desaforado… todo ello con la pacífica agresividad de quienes pretenden imponer el pensamiento único de los que batallan en la guerra cultural.
El Pospensamiento del que hablo identificaría, precisamente, esa debilidad de pensamiento, la manipulación y la servidumbre al que se ve sometido. El pensamiento en vigor se sostiene fundamentalmente en retóricas tan falsas como falsos son los silogismos que utiliza, siempre encontrando una relación causal entre aspectos que ni siquiera están relacionados. De nuevo nos hallamos ante la anti-verdad, es decir la gran mentira que llamaos posverdad, y de nuevo nos encontramos frente a discursos y posturas profundamente antidemocráticos, bajo el paradójico velo de la posdemocracia (contra-democracia), y todo ello puesto de manifiesto por todos los medios de comunicación y grupos de poder que sitúan bajo presión a quienes no hagan uso adecuado del lenguaje permitido, el poslenguaje que decíamos.
Tolerancia represiva
De esta forma, y mediante muchas otras estrategias coincidentes, la antipolítica encumbra a las minorías y las corona a través de mecanismos de discriminación positiva, convirtiéndolas en asunto prioritario; la normalidad de lo más general y mayoritario en la sociedad se convierte en algo sospechoso que obliga a la mayoría a plegarse a las nuevas normas de comportamiento social. Nuestro pospensamiento, afortunadamente todavía, cuenta con una auténtica libertad de pensamiento que se escapa al control de la tolerancia represiva que nos atenaza cada día.
Por eso, quizás, sea el pospensamiento el único reducto disponible para las mentes pensantes, para los librepensadores; por eso lo denomino pospensamiento, porque hasta pensar se hace necesario llevarlo a cabo detrás del pensamiento oficial y oficialista, amante de la irracionalidad, que se extiende como una mala hierba, sembrando discordia allá donde va. El pospensamiento necesita más que nunca adquirir el verdadero sentido de su prefijo -pos, esto es, alcanzar las más altas cotas de racionalidad posibles para contrarrestar el constante abatimiento al que es sometida la democracia y la libertad de expresión por parte de los diferentes, incapaces de soportar la diferencia y acostumbrados a generar miedos.
Paco Pavón / Diciembre de 2022
Te recomiendo mi novela «A hostias con la Vida» un relato conmovedor de amor incondicional, dolor inenarrable, y una búsqueda incansable por la identidad. Ambientada en el Madrid de la movida de los años 80, nos cuenta las vidas entrelazadas de Antonio Leal, un locutor de radio cuya voz encantadora oculta sus luchas internas, Román, un agente secreto cuya aparición en la vida de Antonio desencadena una serie de eventos que transformarán su existencia para siempre, y Kika, una mujer excepcionalmente libre en cuya existencia solo existe un apego indestructible, su hermano Tony.
Para mí democracia significa: El timo del tocomocho, o sea un engaño. Lo mire por donde lo mire, es lo único que veo.
Estimada Carmen, muchísimas gracias por tu comentario.
Las democracias occidentales basadas en los derechos, los parlamentos y la división de los poderes, han perdido en los últimos años gran parte de su sentido y de su libertad, que ahora cede su lugar a un nuevo despotismo y a una polarización de la sociedad muy negativa. En todo caso, en mi opinión, quizás sea la mejor fórmula social de las posibles, por muy mejorable que sea, que lo es. La sensación de desánimo que sentimos, en cuanto a que muchas cosas nos parecen un engaño y un timo, realmente hay que reconocer que sí; pero considero que es desde la democracia y somos los ciudadanos los que tenemos que exigir su perfeccionamiento.
Un cordial saludo.