Han transcurrido muchos años desde que, siendo un niño, jugaba en el despacho de mi padre. Años 60. En aquella época me resultaba especialmente llamativo el ruido de la máquina al escribir Olivetti Lexicon 80, la textura de los folios, la propia mesa escritorio, los cigarrillos sobre aquellos ceniceros metálicos con publicidades de bebidas; un flexo, legajos de escritos, una bola del Mundo de aquellos tiempos, las plumas, un tintero y el secante; era cuanto soportaba aquella mesa, aparentemente al menos. Seguramente soportaba y había soportado muchas otras cosas invisibles y más importantes.
El despacho de mi Padre
El resto del despacho lo componían unas estanterías abarrotadas de legajos que se ataban con cordones rojos. Algunos llevaban un sello de lacre, deberían de ser importantes quizás, o lo fueron en su momento. Había una ventana con rejas negras muy gruesas que daba a la calle, unas sillas sencillas; además de la que utilizaba mi padre, la cual no parecía ser la mejor precisamente.
Acababa la escena con un teléfono de pared como una caja grande de madera, con dos timbres escandalosos que cumplían su función de manera encomiable, y el auricular negro de baquelita brillante colgado de uno de sus lados…Si querías realizar una llamada se accionaba primero varias veces la horquilla que sujetaba el auricular y después de un tiempo de espera, la telefonista del pueblo, Marisa, era la encargada de establecer las comunicaciones. Para responder a una llamada únicamente tenías que levantar el auricular y con eso parecía ser suficiente; bueno, más o menos, porque todo aquello tenía su misterio.
Marisa era una mujer grande, imponente me parecía a mí en aquellos primeros años de infancia; y, su marido, Ramón, era el mecánico del pueblo. Por lo que entiendo que vendrían a ser más o menos el servicio de inteligencia y espionaje mejor informado del lugar, aunque entonces yo no podía imaginar lo que era espiar a los demás. Bien mirado, ahora que lo pienso, creo que yo no hacía otra cosa respecto a mi padre que espiar. Solo en parte, porque él sabía que su hijo estaba allí, si bien no me prestaba la más mínima atención y eso, quieras que no, te da una libertad enorme para fisgar mientras simulas que juegas. Supongo.
Mi padre y su Olivetti Lexikon 80
Me gustaba mucho ver escribir a mi padre, con el cigarrillo en la boca, a la escasa luz del aquel flexo metálico que se doblaba y dirigía hacia donde era conveniente. Escribía muy serio, muy concentrado, con dos dedos nada más, pero a una velocidad de vértigo. El carro iba rápido en su recorrido y enseguida sonaba la campanilla que avisaba de que se llegaba al final para estar preparado y cuadrar los textos como se hacía entonces.
No leía nada, no miraba nada, yo pensaba que cómo podían caber tantas palabras y tantas hojas escritas en una cabeza…pero, vaya, ahora que soy adulto me sigue pareciendo una proeza de ciertos cerebros. Disfrutaba viendo a mi padre escribir y fumar por lo que muchas veces simplemente me quedaba quieto frente a él, fijándome en todos los detalles y movimientos mientras él seguía ensimismado con sus escritos.
No hay fotografías de aquello, pero no necesito ninguna fotografía para observar en mi memoria esa imagen, sin ninguna duda al respecto.
La máquina de escribir que inicia este blog es esa misma máquina, la de Lorenzo Pavón, la Olivetti Lexicon 80 que aún conservo, y está situada exactamente sobre la misma mesa de escritorio en que lo estuvo entonces; por lo que si tengo 51 años, esta maravilla de la técnica debe de tener algunos más.
…
En la próxima entrada os seguiré hablando de mi infancia, de mi padre y…de la bola del Mundo de Entonces, que todavía conservo también.
In English
The Olivetti Lexikon 80 was a monster. It’s a desktop model that, according to what I’ve found, had all the features you could possibly want: a very good tabulator, wide carriages, enough weight to keep it anchored to its place, an excellent typing mechanism that allowed the users to type for hours and hours every day, and many others. But it was clearly a very, VERY big machine, and I doubt many were sold to be used at home.
Te recomiendo mi novela «A hostias con la Vida» un relato conmovedor de amor incondicional, dolor inenarrable, y una búsqueda incansable por la identidad. Ambientada en el Madrid de la movida de los años 80, nos cuenta las vidas entrelazadas de Antonio Leal, un locutor de radio cuya voz encantadora oculta sus luchas internas, Román, un agente secreto cuya aparición en la vida de Antonio desencadena una serie de eventos que transformarán su existencia para siempre, y Kika, una mujer excepcionalmente libre en cuya existencia solo existe un apego indestructible, su hermano Tony.