Entendemos por globalidad «la interconexión efectiva y global de carácter económico, cultural, turístico, científico, técnico y comunicativo. Todo tiene que ver con todo, y todo actúa sobre todo, lo que en cierto sentido siempre ha habido».
La globalización «abarca los procesos económicos, mediales, técnicos, y culturales que se desprenden de dicha globalidad, a veces de forma espontánea, pero también de modo premeditado y planificado». Unos quieren imponer su modelo sociopolítico y económico sobre los otros, que, esencialmente, están basados en ideologías contrarias.
El globalismo
Y el globalismo «predica que la humanidad sólo se desarrollará en el futuro mediante la globalización y que esta última estaría en condiciones de garantizar la paz futura». Se deduce que todos los países en todo el mundo estarían en situación, voluntad y capacidad de cumplir las normas, las leyes y los procedimientos comunes en todo el planeta en pro de la igualdad, la justicia y el progreso. Es lo que llamamos «isomorfismo», de la misma forma, que requeriría también algo tan utópico como la «isonormatividad». Es decir, serian leyes y normativas de obligado cumplimiento para todos los países.
¿Realmente existe el globalismo?
A poco que analicemos los tres conceptos interrelacionados se hace evidente que no existe actualmente globalidad, una conexión mutua efectiva (mucho menos afectiva) y global. Aunque todo tenga que ver con todo, todo está en constante oposición, como en una partida de ajedrez en la que cada «bando» va posicionando sus fichas de «poder».
La globalización tampoco ha logrado establecer procesos mediales, técnicos y culturales que promuevan un desarrollo y progreso globales, esencialmente en lo que afecta a las distintas sociedades. Sí, por supuesto que se ha producido un progreso extensivo en la mayor parte del planeta, pero en modo alguno ese progreso ha supuesto una mejora de las condiciones sociales, políticas o económicas para la mayor parte de habitantes de la Tierra. Parece, más bien, ceñirse más a una lucha geopolítica, de materias primas y de mercado que a una expansión de modelos sociopolíticos democráticos.
En cuanto al globalismo es el más cuestionado. Quizás porque quizás estemos cada vez más lejos de que se cumplan los principios éticos básicos, de que se respete el derecho internacional, de que se cumplan las normas, los procedimientos y los tratados. Es decir, que se respete en su integridad la globalidad normativa tan cacareada como realmente inútil: los tratados internacionales son firmados por muchos países y, en la práctica, su cumplimiento más allá de la foto de la firma, su aplicación real se convierte en papel mojado.
Modelos políticos opuestos
Lo que sí existen son modelos sociales y políticos en clara oposición, diametralmente opuestos, la expansión de las nuevas tecnologías, del comercio, del consumo y de las innovaciones o de la comunicación, ha ido en detrimento de la globalidad y más a favor de la tribalidad.
La geopolítica de la rivalidad sigue siendo la proyección actual de los grupos humanos, así ha sido probablemente desde la antigüedad: la lucha por los modelos políticos (el poder o el dominio), el territorio y los recursos.
Movimiento Woke
Desde el punto de vista woke, el globalismo que parte de las democracias liberales de corte occidental, es un nuevo imperialismo, el imperio del mercado, del individualismo y del hedonismo. Un imperialismo que considera su modelo como el garante de los principios democráticos, del progreso, de la libertad, de la cultura o de la multiculturalidad.
Siendo estas cuestiones críticas y las objeciones planteadas por el wokismo más que oportunas en lo que respecta a la deriva negativa del neoliberalismo como único proceso civilizatorio válido, no es menos cierto que en esa crítica se ocultan también muchos de sus logros y de sus ventajas, que también las tiene.
Entre ellas disfrutar de la libertad de expresión que ejercemos y que, ciertamente, sería inviable o peligrosa en otros modelos políticos o culturales no tan lejanos a nosotros. China, por ejemplo, en cuanto a regímenes políticos de izquierda donde el comunismo se aplica duramente a sus ciudadanos. Al mismo tiempo, hace uso de los principales elementos capitalistas en lo referente a su economía o al comercio exterior, o los países donde rige la Ley Islámica como referente político y social.
La globalidad Woke
La globalidad woke está más próxima a estos modelos de sociedad que al que disfrutamos en las democracias occidentales.
Por esta razón, para la izquierda radical, el actual modelo cultural occidental se identifica con la opresión heteropatriarcal de la raza blanca como culpable de los males presentes, pasados y futuros.
El wokismo es afín a otro modelo político y social, un modelo de izquierda, marxista, comunitario. Y ese es el modelo político y social global por el que abogan: ¡muerte al individualismo!
Por eso se vuelve imprescindible contextualizar los ámbitos donde se desarrolla y se expande el wokismo, la ideología que agrupa de manera «transversal» muchas otras ideologías. Ideologías que comparten características identitarias, sin proyección de universalidad.
Glocal vs Global
El término globalidad es sustituido por el término «glocal», siendo éste una aplicación que pone el foco en la tribu y que, a la vez, se beneficia de lo que la globalidad puede aportar de beneficioso.
Una ideología de ideologías que hace uso y abuso de la libertad de expresión y de la garantía de los derechos constitucionales propios de las democracias avanzadas para presentar unos postulados que se tornan claramente antidemocráticos, cuando no directamente dictatoriales.
Por eso pretendo situar al lector en el marco geográfico e ideológico en el cual estas ideologías «campan a sus anchas» Las democracias liberales.
El wokismo es, un serio peligro para la libertad de expresión y, consecuentemente, para la libertad individual.
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